Viaje Espacial

Mi equipo y yo estábamos trabajando. Mi nombre es Benjamin Vilella y soy suboficial de la nave de reconocimiento interastral Au91A3 a servicio de la compañía “Party”.

Era de aspecto frío, tétrico y oscuro el planeta en el que íbamos a aterrizar para inspeccionarlo yo y el resto del equipo de 4 miembros.  En paralelo íbamos acompañados de otra nave de reconocimiento capitaneada por un veterano de Party al que cariñosamente llamamos “Chache”. En eso consistía nuestra misión, barrer la zona y elaborar un informe que recogiera información de aquel extraño astro al que habíamos llegado.
Al principio aterrizamos en un desierto de polvo y rocas cósmicas como pudimos, rodeados de chatarra de otras naves espaciales o residuos. Obviando que el Ser Humano se ha convertido en un emperador colonialista universal esta chatarra es algo normal. Nuestros medidores de anomalías cósmicas nos advertían que había magnetismo en esa zona. Por lo general la presión de la atracción de aquel planeta estaba sobre el 1,2G y costaba andar por ahí sin sentirnos molestos, aquello repercutía hasta en nuestro estado de ánimo. Empezaba a hacerse difícil ya desde el principio. Muy cerca de allí a un kilómetro aproximadamente habían unos accidentes geográficos raros. Fuimos a tomar una muestra del material del que estaban compuestos, pero eso fue la información menos importante.

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Aquello estaba lleno de seres aparentemente neutrales y efectivamente pacíficos, aunque parecían aterradores. Nos integramos en su hábitat, eran humanoides, caminaban de forma bípeda aunque torpe y tenían un tamaño encefálico apropiado en relación al cuerpo comparándolos con los humanos. Caminaban torpemente y respiraban en gas de esa atmósfera, eran seres originales de allí por lo que parece. Pronto nos vimos rodeados de esas criaturas interesantes.
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Comenzamos a explorar la zona y pronto nos dividimos confiados de que no sucedería nada raro, aun así algunos de nosotros íbamos desconfiados, como yo mismo. Encontré al Chache y me uní a él y a su grupo de exploradores. Ellos eran soldados adiestrados por oficiales distintos a los que nos entrenaron a nosotros, tripulantes de Au91A3. Tienen un comportamiento más coetáneo a la agresividad con la que se desarrolla económica y gubernamentalmente el planeta Tierra, parecen mercenarios, se comportaban con más violencia que los seres extraterrestres con los que nos confundíamos, irónico pero eran nuestros aliados e iban armados. Confiando mi seguridad continué con ellos, yendo en grupo unificado. Atravesando el largo laberinto de estructuras llegamos a una periferia extraurbana. Seres demacrados de la misma especie rondaban por ahí más torpes que sus vecinos de ciudad (si así se puede llamar). Comenzamos a realizar las pruebas de extracción de minerales y roca superficial para llevárnosla al laboratorio de la estación que nos respaldaba. Ya acabada la tarea con el robot sonda estos seres (esta vez me refiero a nuestros colegas) empezaron a manipular la superficie con explosivos para crear una cantera a cielo abierto de pocas decenas de metros de profundidad para extraer raros minerales subterráneos si los hubiese. “Si la fuerza de atracción de este planeta es mayor que el de la tierra y es de menor tamaño y composición quizás encontremos algo” –Dijo el suboficial–. Sin éxito nos largamos de ahí con prisa e intentando atravesar la ciudad de nuevo, pero nos acorralaron y tuvimos que escapar. Intenté comunicarme por transmisión de radio con mis compañeros pero el magnetismo de ahí cerca no permitía ni la posibilidad de hacer la llamada por el Walkie. El equipo de Chache se largó cumpliendo su objetivo, pero yo tomé otro camino bordeando la ciudadela. Llegué al punto desde el que entramos al principio a la ciudad, pude recordarlo sin problema. Entré y recorrí las largas calles de aquel hormiguero, pero no les encontré. Tuve que volver aún más atrás, al desierto de chatarra, polvo y rocas, pero no pude ver donde estaba nuestra nave. Pude llamar sin problema, pero era cuando intentaba comunicarme cuando me di cuenta de que la línea se cortaba antes de que ellos recibieran la llamada. "Piensa” –pensé, vaya…–. No iba a quedarme parado, tenía que salir de allí, había naves desguazadas, podía montar una gracias a mis conocimientos de ingeniería de naves y convertirme en un desquiciado Víctor Frankenstein de las naves espaciales. Comencé a pensar como la haría con el material útil del que disponía y de las herramientas que llevaba. De pié mirando el infinito empecé a notar unas singularidades en mi walkie, ¡Eran ellos! ¡Y parece que me dicen dónde están! Estaban en la ciudadela aún, sacando las pruebas necesarias con calma.


“No te dejaríamos aquí” –Dijo el piloto de la Au91A3–.