La dama extraña o Dama de mis sueños
Como siempre, inconsciente. Dormido. Cuando duermes. Así
comienza sin avisar un sueño, una contraexperiencia. No sé el orden en el que
acontecen los hechos, o si mi mente los mezcla. Pienso que en el sueño el
subconsciente te puede engañar haciendo que ‘vivas’ varias situaciones simultáneamente
con distintos o iguales contextos. Esto no me ayuda para establecer una
coherencia lógica entre los sucesos cuando ya estoy completamente en vigilia,
ya que se mezclan dos o más líneas temporales. De esta manera se crea una
realidad virtual confusa y surrealista como las pinturas de Dalí, dependiendo
de lo que si se sueña es algo surrealista en sí. Lo que yo soñé era más
Magritte que Dalí.
Y entonces comienza el primer sueño de la misma noche, que
sería una pesadilla, el orden de los acontecimientos no lo sé con certeza cien
por cien, pero apuesto a que el que voy a contar es el primero por razones
lógicas.
Recuerdo dos escenas, dos ambientes oscuros, en uno no
sucedía nada que me dejara indefenso.
Estaba en una zona rodeada de árboles, sabía que no era un bosque ni nada
natural, sino una zona urbana verde, como un gran parque. Estaba acompañado de
una o dos personas cuya identidad desconocía, solo que eran de confianza, quizás
fueran amigos míos. Comienzo cerca de una estructura simple, cuatro paredes y
un techo, una ventana simple, es un hueco rectangular en el muro del lateral.
Hay alguien asomado a esa ventana, como una especie de cocinero, es un
restaurante italiano, simplemente lo sé. En frente de la ventana un árbol, en
él hay dos sellos de cera, como de los sobres de las cartas, pertenecen al
restaurante. Cojo uno, el otro desaparece.
Termina y comienza la segunda escena, que repito, no sé con
certeza de que realmente sea el segundo, pero lo deduzco.
Estoy de espaldas a una puerta, como si hubiera entrado por
ella, dentro de no sé dónde. Lugar frío por el color, oscuro, verde, triste.
Hay un pasillo, corto, en medio una
escalera de caracol de madera, malamente ubicada, yo sabía que esa escalera no
podría haberla puesto ahí un arquitecto decente. Hay alguien delante de mí,
horrible, pero no sé cómo es, no le doy importancia. Junto a la escalera miro
arriba a través de los escalones de madera, baja alguien rápidamente. Una chica.
Algo más baja que yo, 7 centímetros por decir algo, mucho más horrible que el
personaje anterior. Me despierto del sueño.
Despierto, aún inconsciente a medias, a medio camino para
levantarme de la cama, pero no llegaría, turbio, sudado, incómodo y dando
vueltas. En un estado físico y mental que creo que llaman REM.
Vuelvo a dormirme inmediatamente.
Comienzo de mi segundo sueño. La misma chica de antes, era
una mujer, si se puede llamar así. Tiene una edad de entre diecisiete y veintitantos años, pelo largo
hasta los hombros, no llega, se queda flotando, negro intenso o rojizo naranja.
Labios no excesivamente carnosos, con un color muy sano y atractivo, una nariz
frágil y delicada. Una piel clara que apenas delata matiz. Y una máscara de
piel viva que oculta su rostro, sus ojos, su personalidad. Una máscara macabra que solo puede esconder horrores mayores que su propia estética. Estamos juntos en
ningún lugar, soleado, temperatura perfecta. Nos fundimos en varios besos que
me retuercen hasta en la realidad de mi cuerpo físico. No miente, la máscara no significa nada. Espectacular.
Fin